No importa el precio del regalo, sino el amor con el que se entrega.

En estas fiestas navideñas y de fin de año, es muy lógico pensar en regalos, cena familiar y reuniones. Claro está que éstos elementos son parte importante de la época, pero muchas veces pasan a ser momentos y situaciones vacías o carentes de sentido, y más cuando sólo se piensa que el amor y la convivencia familiar, deben darse sólo en esta época.
No es de extrañarnos que haya muchos hogares en los cuales el arbolito luce abarrotado de regalos, pero las miradas se ven carentes de afecto... es ahí donde está el problema; muchos padres de familia piensan que sus hijos o familiares serán "felices" al recibir un costoso presente, pero muchas veces esto queda en una simple idea o en un momento de placer.

¿De qué le sirve a los niños estrenar una bicicleta, si sus padres no le dan la oportunidad de usarla sin cuidarlos en extremo? ¿Para qué sería útil un teléfono móvil, si realmente no hay contacto o fraternidad entre la familia? ¿Pueden unos cuantos billetes remediar la falta de amor en los hogares? Está claro que no, y es por eso que no debemos de olvidar que, lo más importante no es el regalo, sino las emociones que hay de por medio, especialmente el amor.
Cuando regalamos un libro y lo damos con amor, y además de eso explicamos de qué servirá leerlo, estaremos provocando en las personas una sensación de valor e importancia. Lo mismo pasa cuando se dan caros presentes, pero a la media hora empiezan las discusiones en la familia... Sin duda provocará una sensación negativa y de impotencia.

No olvidemos que uno de los mejores regalos que podemos dar a los demás, es el amor y una compañía sincera en las dificultades de la vida... Aunque claro está, que un presente, dado con afecto, será también significativo.
¡Felices fiestas!
Psicólogo Enrique Pacheco.